Capilla de San Antonio

Capilla de san Antonio de Padua

En la tercera capilla de la nave Evangelio, deberíamos encontrar una de las imágenes más populares de la Virgen Santísima en la ciudad de Badajoz, en la advocación de Nuestra Señora de Gracia. En la actualidad se encuentra en la última hornacina del retablo mayor.

Como recoge Rocío Sardiña Linde, en el inventario artístico de la parroquia de Santa María la Real, en dicha capilla, que es hoy la de san Antonio, se encuentra el blasón de los Alvarado a derecha e izquierda de la bóveda, de azulejería talaverana. Don García de Alvarado, nos dice, fue el patrono y fundador de la capilla de Nuestra Señora de Gracia, trayendo a colación la cita de Fernando Gastón: “La capilla de Nuestra Señora de Gracia, fundada en San Agustín, con reja y cripta por don García de Alvarado, con esta lectura: … Aquellas el ilustre caballero García de Alvarado, comendador que fue de Montijo y su hijo, que murió a 1 de agosto de 1520”.

Esta capilla está cubierta por una bóveda de cañón acasatonada y pintadas que rematan en la cabecera con una venera apoyada sobre trompas. En el testero frontal de la capilla se levanta un retablo tardo barroco de madera dorada y pintada con motivos vegetales y angelotes, compuesto de un cuerpo y remate, con columnas de fuste liso y capiteles corintios del último tercio del siglo XVIII. El retablo está presidido por una correcta y delicada talla de madera policromada de San Antonio de Padua de la misma época. Por debajo una escena urbana del martirio de San Juan Nepomuceno en la que el santo es arrojado al río Fístula, en Praga. La pintura, como el retablo, es obra del último tercio del siglo XVIII y ha sido atribuido al pintor badajocense Juan Eusebio Estrada.

A los lados del retablo dos pinturas al óleo sobre lienzo y marco octogonales que representan los temas de la dolorosa y el Ecce Homo. Ambas posturas están firmadas y datadas en el reverso por Estrada en 1749.

De un costado de la capilla cueva óleo sobre lienzo con el tema de la virgen de la leche. La escena representa la virgen amamantando al niño con una flor en la mano y recostada sobre una mesa en la que aparecen frutas y flores. Es una obra de inspiración tenebrista, posiblemente, producto de un taller local de la primera mitad del siglo XVIII. Esta, es una temática de larga tradición cristiana, que vivió un periodo de auge a partir del renacimiento, y que busca potenciar el valor de María como Madre de Dios y por lo tanto de todos los cristianos.